No es solo que sean molestos y un obstáculo incómodo más en la carretera, sino que despiertan la ira profundamente arraigada en nosotros por romper el orden moral de la carretera.
Algo en los ciclistas parece provocar la furia de los demás usuarios de la carretera. Como ejemplo, busca de la palabra “ciclista” en Twitter. Te encontrarás algo parecido a: “¡Suficientes ciclistas por hoy! Solo quiero pasarles por encima con mi coche.” Este tipo de sentimiento sería delito si se dirige contra una minoría ética o religiosa, pero parece ser algo normal y justo, en la mente de muchas personas, cuando se dirige contra los ciclistas. ¿Por qué tanta furia?
Tengo una teoría, por supuesto. No es porque los ciclistas sean molestos. Ni siquiera es porque tenemos una memoria selectiva que hace que ignoremos los cientos de ciclistas que no nos han molestado, (aunque esto probablemente es un factor). No, mi teoría es que los automovilistas odian a los ciclistas porque piensan que ofenden al orden moral.
Conducir es una actividad muy moral – hay reglas de la carretera, tanto legales como informales o implícitas, y hay conductores buenos y malos. Todo el intrincado baile de la hora punta sólo funciona porque la gente conoce las reglas y la gran mayoríoa las sigue: mantenerse en el carril, indicar correctamente, primero su turno, luego el mío, ahora el tuyo. Y después vienen los ciclistas, siguiendo inocentemente lo que ven que son las reglas de la carretera, pero haciendo cosas que los conductores no tienen permitido: adelantar vehículos en una caravana, ir muy por debajo del límite de velocidad o adelantar por la derecha.
Se podría argumentar que la conducción es igual que gran parte de la vida social, que es un juego de coordinación en el que tenemos que confiar unos en otros para hacer lo correcto. Y como todos los juegos, hay un incentivo para hacer trampa. Si todo el mundo sigue su turno, tú puedes saltarte la cola. Si todo el mundo está pagando sus impuestos tú puedes esquivarlos, y aún así obtener todos los beneficios de las carreteras y de la policía.
En economía y evolución esto se conoce como el “problema del polizón“, si se crea un beneficio común – como los impuestos o los caminos ordenados – ¿Qué va a detener a algunas personas de aprovecharse del beneficio sin pagar sus deudas? El problema del polizón crea una paradoja para aquellos que estudian la evolución, ya que en un mundo de genes egoístas parece poco probable la cooperación. Incluso si un grupo de individuos egoístas (o genes) reconocen el beneficio de unirse para cooperar con los demás, una vez que el bien colectivo se ha creado, es racional, en cierto sentido, que cada uno comience a tratar de vivir a costa de la colectividad . Esto hace que cualquier cooperación sea propensa a fracasar. En las sociedades pequeñas puedes confiar en la cooperación con tus amigos o familiares, pero a medida que una sociedad crece el problema de parasitismo se cierne cada vez con más fuerza.
En resumen: los conductores creen que cumplen las normas para el bien común pero ven que los ciclistas se aprovechan sin aportar lo que les corresponde a la colectividad.
Rage Against the Machine
Ahora entra lo que se llama el castigo altruista. Consiste básicamente en que el individuo que colabora para el bien común se molesta en “castigar” a quien se lo salta, aunque no obtenga ningún beneficio por ello. Por ejemplo insultando a un ciclista cuando le adelanta. De esta forma, el ciclista, en teoría, obtiene un castigo que le ayudará a mejorar, beneficiando a todo el conjunto, superando así el reto del problema del polizón.
¿Cómo se relaciona esto con el porqué los automovilistas odian a los ciclistas? La clave está en un detalle de la obra publicada 2002. ¿Calcula el que castiga altruistamente el beneficio que va a provocar su acción? No, esa no es la razón inmediata por lo que la gente lo hace. Lo hacen porque están enfurecidos. Fehr y Gächter, pidieron a los conductores (estudio con individuos voluntarios) que calificaran su ira en una escala de uno a siete en reacción a varios escenarios. Cuando los jugadores (conductores) se enfrentaban a un free-rider (ciclista irrespetuoso), casi todo el mundo se ponía en el extremo superior de la escala de la ira. Fehr y Gächter describen estas emociones como un “mecanismo próximo“. Esto quiere decir que la evolución ha incorporado en la mente humana, el odio a los free-riders y tramposos, que activa la ira cuando nos enfrentamos a la gente que actúa así – y es esta ira la que impulsa el castigo altruista. De esta manera, la emoción es la forma de la evolución de llevarnos a superar nuestro egoísmo a corto plazo y fomentar la vida social colectiva.
Así que ahora podemos ver por qué hay una presión evolutiva empujando a los automovilistas hacia el odio a los ciclistas. En lo profundo de la psique humana, albergada allí porque nos ayuda a coordinarnos con extraños y así construir la sociedad global que es el sello distintivo de nuestra especie, es un enojo que la gente rompa las reglas y tomen los beneficios sin contribuir al costo. Y los ciclistas provocan esta ira cuando usan las carreteras pero no siguen las mismas reglas que los automóviles.
Ahora, los ciclistas leyendo esto podría pensar “, pero las reglas no están hechas para nosotros – que somos más vulnerables, estamos discriminados, por lo que no deberíamos seguir las reglas.” Tal vez es cierto, pero irrelevante cuando otros usuarios de la carretera perciben cómo se rompen las reglas que se tienen que cumplir. Tal vez la solución es educar a los conductores que los ciclistas están jugando un papel importante en un juego más amplio que consiste en reducir el tráfico y la contaminación. O tal vez deberíamos todos ir en contra de otra clase más importante de aprovechados free-riders, los evasores de impuestos.
Artículo en BBC.