El compositor Frederick Delius definía la música como un “arrebato del alma”. Los sonidos asociados con la forma producen “una especie de placer del que la naturaleza humana no puede prescindir”, observó Confucio. Es el arte “que más cerca está de las lágrimas y la memoria”, señaló el escritor Oscar Wilde o Friedrich Nietzsche “sin música, la vida sería un error”.
Según un reciente estudio, la música que nos gusta estimula el placer segregando dopamina, de la misma forma que lo hace, por ejemplo, la nicotina.
La dopamina es esencial para el establecimiento y mantenimiento del comportamiento:
Si la música inducida por estados emocionales pueden conducir a la liberación de dopamina, como nuestros resultados indican, se puede comenzar a explicar por qué las experiencias musicales son tan valoradas. Estos nuevos resultados hablan de por qué la música puede ser efectivamente utilizada en los rituales, la comercialización o el cine para manipular los estados hedónicos. Nuestros resultados proporcionan evidencia neuroquímica de que la intensa respuesta emocional a la música incluye un antiguo circuito de recompensa y sirve como punto de partida para investigaciones más detalladas de los sustratos biológicos que subyacen a las formas abstractas de placer.
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