Todo el mundo en la Tierra desciende de alguien que vivió en el reino de Tutankamón o quizá incluso durante la Edad de Oro de la antigua Grecia. Hay incluso una probabilidad de que nuestro último antepasado común viviese en el tiempo de Cristo.
Esta es una de las conclusiones que se extraen del libro de Steve Olson, “Cartografiando la Historia Humana” (Mapping Human History, 2002), donde traza la historia de la especie desde sus orígenes en África hace más de 100.000 años.
Por la propia naturaleza humana todos nos preguntamos de dónde venimos, cuáles son nuestros orígenes, pero poca gente comprende lo intrincadamente que esa red les conecta no sólo a la gente que vive en el planeta actualmente, sino a todo el que alguna vez vivió.
Con la ayuda de un estadístico, un informático y una supercomputadora, Olson ha calculado lo interconectado que está el árbol de la familia humana. Tendríamos que volver en el tiempo sólo de 2000 a 5000 años – y probablemente la menor de esas cantidades – para encontrar a alguien que podría contar a toda persona viva hoy día como su descendiente.
“No importa el idioma que hablamos o el color de nuestra piel, compartimos los ancestros que plantaron arroz en las orillas del Yangtze, los que domesticaron los caballos en las estepas de Ucrania, los que cazaron perezosos gigantes en los bosques de Norte y Sur América, y los que trabajaron para levantar la Gran Pirámide de Gizeh”, escribieron Olson y sus colegas en la revista Nature.
Éstas, entre otras, son las conclusiones a las que llegan Olson y sus colegas y que plasman en un artículo titulado “Roots of human family tree are shallow“, cuya traducción está en Astroseti “Las raíces del árbol genealógico humano son superficiales“. Una lectura interesante.
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