La envidia

En la asonancia envidiosa se crea una interdependencia de fluencia unidireccional simbiótica, del sujeto que envidia hacia el objeto envidiado; en vista que casi siempre éste último ignora la envidia que provoca y, las más de las veces hasta la existencia ectoplásmica del envidioso. El envidioso necesita al envidiado de modo esencial y primario, porque, a través de una encriptada crí­tica encubiertamente “objetiva y justa”, se le da –a él y solo a él- creerse más y mejor que lo envidiado, ante sí­ y ante los demás. Sin el envidiado, el envidioso serí­a…nada. Mediante un amañado, retorcido y diestro hipercriticismo sobre el envidiado se pretende hacer a este detestable, aborrecible y antipático a la percepción de los demás y, en consecuencia, despreciarlo –quitarle precio- y reducirlo a una posición inferior de la verdaderamente tiene. Esta dependencia unidireccional y monocrónica del envidioso respecto del envidiado perdura aun cuando el envidiado haya dejado de existir.

Las rémoras de la envidia (Ví­a)
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