¿Calidad o cantidad?

¿Qué es mejor, calidad o cantidad? Es una de esas preguntas que se repiten una y otra vez en cualquier ámbito que nos imaginemos. La “calidad” tiene mejor prensa en genérico. ¿Pero y si enfocamos la pregunta al hecho concreto de crear, de la creación? Ya sabí­amos que una de las cualidades de los genios era la productividad. Intentemos responder a esta pregunta con un experimento:

Al comenzar el dí­a, la maestra de cerámica anunció que iba a dividir la clase en dos grupos: los ubicados a la izquierda del estudio, dijo, serí­an evaluados solamente por la cantidad de trabajo que produjeran y aquellos que estaban a la derecha solamente por la calidad.

El procedimiento fue simple: al finalizar el curso la maestra trajo las balanzas para pesar el trabajo del grupo cantidad: 50 libras de vasijas merecieron una A, 40 libras una B etc. Los que iban a ser evaluados por calidad solo tení­a que entregar una vasija –eso sí­ perfecta- para conseguir la A.

Muy bien, al llegar la hora de calificar surgió un hecho curioso: los trabajos de más alta calidad habí­an sido todos producidos en el grupo cantidad. Al parecer, mientras en el grupo cantidad se la pasaron ocupadí­simos produciendo pilas de trabajos – y aprendiendo de sus propios errores-, el grupo de calidad se sentó a teorizar acerca de la perfección. Al final solo pudo mostrar, además de sus esfuerzos en torno a grandiosas teorí­as, una pila inerte de arcilla.

Traducción de un estracto de la contraportada del libro Observations on the Perils (and Rewards) of ARTMAKING
por David Bayles y Ted Orland
, (Ví­a Ojo al Texto)