Mona Lisa

Últimamente se ha comentado mucho la noticia que aparece en CNN.com sobre un software de reconocimiento de emociones que, analizando expresiones faciales como la curvatura de los labios o las arrugas de alrededor de los ojos, ha logrado descifrar “La sonrisa de Mona Lisa”.

Los datos que arroja son que Mona Lisa está un 83 por ciento feliz, un 9 por ciento disgustada, un 6 por ciento temerosa y un 2 por ciento enfadada.

Es interesante que al comparar estos datos con el cuadro de la impresión de que el software ha acertado. Efectivamente, la sensación es que está feliz, disgustada, temerosa y enfadada en esas mismas proporciones.

Pero lo que ya no puede hacer es interpretar o imaginar porqué es así­. Es decir, una persona que mire el cuadro experimentará sensaciones, que formateadas por su experiencia vital dará el resultado de una historia, de un conjunto de sucesos que le ha llevado a la mujer a estar en ese estado en ese momento.

Mona Lisa es una mujer inteligente, buena, humilde y tí­mida. Siempre con una sonrisa en la boca y dispuesta a ayudar a los demás. Espera pacientemente el momento de vivir su vida, de desatar sus sentimientos nobles que nadie parece ver. Mientras se dedica por completo a los demás.

Pero ese momento no llega. La estupidez de los que le rodean va en aumento. Entonces decide dedicarse a si misma, y conoce a un joven que parece distinto a los demás: inteligente, guapo, con una vida excitante. Él si ve su interior, y desencadena todas las pasiones que durante años ha ocultado. Mona, por su carácter noble, se entrega por completo.

Pero el, consciente de su poder, la hace sufrir. Ella no entiende lo que pasa, y muy a su pesar se retira, herida, desconcertada, hundida. Pero las pasiones siguen ahí­, más vivas que nunca. Siente por primera vez el odio, el deseo de venganza, la desesperación, el rencor, la necesidad de saber. Se promete a sí­ misma que será mala, egoísta, que solo buscará su bien, como los demás. Pero por más que quiere, no puede dejar de amar, y sufre terriblemente.

Se ha repetido mil veces que nunca volverá a pasar por eso, pero cuando le vuelve a ver la guerra estalla en su interior. Él se acerca, le habla como si nada hubiera pasado y ella siente que se deshace por dentro. Él entiende perfectamente lo que le está pasando. En ese momento, Mona ve en los ojos del joven la dicha. Ella, por fin entiende, y por fin se rinde. Solo hay amor en los ojos de él. Lloran los dos para descargar la tensión. Ella, con la cabeza entre las manos, entiende que tiene todo el poder sobre él y que ella no podrá volver a prescindir de algo así­. Entiende que a partir de entonces su vida será una mezcla de felicidad y sufrimiento. Entiende que su destino es despedazarse mutuamente.

En ese momento levanta la cabeza para mirarle por primera vez con todo el horizonte del conocimiento. Y es ese el momento del cuadro.