El frikismo, o el geekismo (para que lo llames como quieras), ha vuelto a aparecer de nuevo, en su vertiente más interesante (en este aspecto en concreto de pasión hasta límites insospechados por algo) en forma de serie de televisión. Lost es el producto responsable de tan sobrecogedora hazaña. Y no estoy exagerando. Para saber de que estoy hablando, solo tienes que leer algunas de las miles de páginas que existen dedicadas a este “acontecimiento”. Por ejemplo, su propia wikipedia, Lostpedia. Y un par de foros, que es realmente donde se mide el grado de “frikismo” del personal: Lostzilla y Lost-perdidos.
Los primeros comentarios que oí sobre Perdidos me dieron a entender que sería algo que no iba a gustar. Las primeras impresiones eran negativas, algo así como que era otro subproducto americano de cosas extrañas con poca imaginación. Cuando acabó la primera temporada observé, un día anodino, que encima de mi mesa había 4 ó 5 dvds con la primera temporada completa de Lost. Así que los cogí y los empecé a ver por curiosidad. Tardé unos siete capítulos en entrar en la serie. Hasta ese momento me parecó algo casi extridente, claro que venía de consumir un buen ciclo del cine oriental más profundo y perfecto.
Luego me encantó comprobar que hasta los más geeks esperaban impacientes el próximo capítulo, y que eran los que más colaboraban en la creación de toda la mitología y ese aura de algo interesante que la envuelve. Y es que conseguir algo así es tan dificil, que han tenido que pasar 20 años para que se repita.
Cualqiera que oscile alrededor de la treintena, vivió de niño la misteriosa espera del capítulo de su serie preferida. A mí me pasó con “V”. Pero, lejos de esto, no se había vuelto a repetir hasta hoy lo que “Twin peaks” significó: sentarte delante de la televisión para disfrutar. Claro que yo salvaría un poco las distancias, pero el resultado es el mismo: ¿Qué son esos números?
El misterio que sientes siendo un niño provoca que la imaginación vuele y que la historia parezca real, sin creadores, pero desaparece irremisiblemente. Cuando creces, ves todas las trampas. Sin embargo, si algo es bueno, da igual saber quiénes son los guionistas (en algún foro saben la vida de cada uno…), que la historia no está acabada, que los misterios todavía no tienen una solución y que los protagonistas sonmultados por la policía por conducir ebrios. El interés sigue existiendo, el imaginar sigue funcionando y las teorías crecen sin parar.
Parece que en esta época de crisis creativa, que parece esperar un nuevo “Renacimiento“, se ansía una buena historia como agua de mayo; y aunque no sea nada nuevo, si está bien hecha, funciona. Solo se espera encontrar en cada capítulo el lugar a donde te lleva, y después desear que el guionista tenga un buen día y no arruine la historia al final.