La palabra griega “Gaia” representa a una diosa griega que personifica la fertilidad de La Tierra.
Mi primer contacto con esta palabra fue, cómo no, a través de Isaac Asimov en “Los límites de la fundación“. En este libro se presenta a Gaia como un planeta en el que todas las formas de vida están integradas en torno a una mente colectiva que trabaja en favor del conjunto. Es decir, el planeta entero es un solo ser que está vivo.
Como pasa siempre, la ciencia se nutre en gran medida de la ciencia ficción. En este caso, la idea de La Tierra en conjunto como ser vivo toma validez científica por medio de James Lovelock, que explica en su autobiografía “Homenaje a Gaia” la idea de que La Tierra, haciéndose eco de esa profunda y antigüa idea, está viva.
Explica cómo realizar un experimento científico para conocer si existe vida en otros planetas, y en concreto en Marte, a través del valor de la entropía de su atmósfera. Es decir, de conocer la composición química de la atmósfera. En el caso de La Tierra, su composición se autorregula, así como su temperatura y el nivel concentración de sal en el mar, por medio de todo lo que la compone, incluidos tú y yo.
En una parte del artículo se hace referencia a la necesidad del ser humano por encontrar consuelo y protección en factores sobrenaturales (Dios). Pero el artazgo de algo inexplicable lleva a muchos a buscar un protector más natural y más comprensible.
Pero la agradable idea, en principio, de un planeta como Gaia, inteligente, que nos cuida y que trabaja como un ser vivo con algún propósito (En el caso de Gaia extenderse a toda la galaxia) pierde atractivo desde el punto de vista de la libertad y el libre albedrío: Solo cumples una función, no existe la libertad.
No es de estrañar que “Solaris” de Stanislav Lem, adaptado a cine en 2002 por Steven Sodenbergh y George Clooney, nos descubra un planeta “inteligente” y poco acojedor para el ser humano hasta que pierde su individualidad. Pero lo peor, o lo mejor (ahí está el tema) es que vivirás feliz (aunque en una fantasía, o no).
Teilhard de Chardin, teólogo y científico evolucionista, explica con razonamiento científico la evolución de la vida hacia un todo (que como jesuita identifica con Cristo). Pero aparte de ser una magnífica lectura, en parte por su capacidad de razonamiento, la idea general me provoca cierta inquietud.
¿predeterminismo y destino, o caos y libre albedrío?